Posted on 30 Julio, 2009 | No Comments
Manuel Miguel Contreras
Mucho se había comentado en toda América (desde Estados Unidos hasta el último rincón de América Latina donde se hablara de beisbol) de la “necesidad” de tener 28 jugadores en el roster de un equipo nacional para poder tener posibilidades ciertas de éxito en un campeonato internacional como el “Clásico Mundial de Beisbol” hasta que, a fuerza de batazos, los asiáticos hicieron que la vista de los grandeliga dejara de dirigirse hacia su ombligo y se enfocara, principalmente, en dos puntos: Japón y Corea.
Suzuki y compañía, a fuerza de buen béisbol, con un desarrollo del juego sumamente técnico, un bateo oportuno y un pitcheo afinado, han logrado el bicampeonato mundial dejando atrás a equipos como Estados Unidos, Venezuela, Cuba, República Dominicana y Corea, quizás este último el único equipo que ha podido ofrecerle un obstáculo digno a los samuráis. El buen juego mostrado por esta selección, sumado a la muy digna presentación de Corea, tumba el mito de la “superioridad grandeliga” en el beisbol organizado. La mayoría de la nómina de estos dos equipos la conformaban jugadores que participan en sus ligas locales, salvo alguna excepción como Ichiro Suzuki, estrella del equipo japonés, quien, sin embargo, arribó a las Grandes Ligas cuando ya estaba formado como jugador estrella en Japón.
Podrá decirse que los equipos asiáticos tienen más oportunidad de prepararse para el Clásico, (excusa poco sostenible cuando, para el torneo de este año, equipos como el de Venezuela hicieron que sus jugadores se mantuvieran activos, si no en la liga de invierno nacional, en entrenamiento físico supervisado para evitar “cómicas” como la de 2006), o podrá decirse que los jugadores de la Major League Baseball (MLB) no tienen suficiente tiempo para descansar entre torneo y torneo (lo cual, tampoco es sostenible, pues de ser así los campos de entrenamiento no comenzarían por estas fechas para dejar a los jugadores reponerse y así ofrecer un mejor espectáculo), pero a fin de cuentas los hechos son los que hablan y éstos dicen que el béisbol asiático (con Japón y Corea como máximos exponentes) es el mejor del mundo.
Más de lo mismo
Para países como México, Cuba, República Dominicana y la misma Venezuela ya es pan de cada día en cualquier deporte oír “al menos lo hicieron bien, pero claro…” o “no estuvo tan mal, pero…”. “Jugar como nunca y perder como siempre” es una filosofía latina en lo que a torneos deportivos de alta competencia se refiere. Cuando se gana, es en torneos “del Caribe”, “latinoamericanos”, “panamericanos”, “centroamericanos”, pero cuando se tiene la dicha de llegar a un torneo intercontinental llegan los lamentos y los prados de pena. No se trata de resentimientos ni de derrotas mal asimiladas. La realidad habla por sí sola. Holanda, un equipo conformado en su mayoría por jugadores de las llamadas “antillas holandesas”, eliminó a la “súper poderosa” República Dominicana del “Big Papi” (David Ortiz) y de la “Guagua”, Miguel Tejada. Corea, cuya liga profesional de béisbol se formó hace apenas veinticuatro años, derrotó a la tradición beisbolera venezolana.
No basta con llenarnos la boca diciendo que tenemos 234 jugadores en la MLB, de por sí un autoengaño puesto que ahí estamos diciendo que, hoy por hoy, “El Patón” Carrasquel sigue jugando en Washington, y Galarraga sigue en búsqueda del jonrón 400. Si bien la Liga Venezolana de Béisbol ha subido su nivel, aún no somos los mejores a la hora de torneos intercontinentales. Venezuela ganó la Serie del Caribe, es verdad, pero ¿qué hubiera pasado si hubiesen invitado a equipos como Australia, Holanda o Corea (por no nombrar a Japón, dada su condición de campeón indiscutible)? Con estas líneas no se busca quitarle el mérito que se merece, sino simplemente llamar a la reflexión y “bajar de la nube” a los soñadores que siguen buscando excusas fantásticas a la derrota venezolana, y además oponerse firmemente al conformismo típico de nuestra región de decir “bueno, al menos se intentó”. Ya basta de pensar en títulos morales. El honor deportivo no es imaginario. Se gana “ganando” y jugando bien. Con nivel y buena lid.
Europa: la sorpresa
Más allá de su clara inferioridad en los momentos decisivos del torneo, el nivel mostrado por selecciones como las de Italia y Holanda fue quizás la nota más sorpresiva del Clásico Mundial. Si bien es cierto que la mayoría de sus jugadores poseen doble nacionalidad y juegan en ligas que no son precisamente las europeas, muchos otros sí que vienen del viejo continente mostrando, en la medida de sus posibilidades, un nivel que poco a poco va creciendo más y más.
Sin lugar a dudas, el béisbol cada vez va ampliando sus horizontes y cada vez son más y mejores los equipos que sueñan con la voz de “Play Ball” para lucirse ante el mundo y demostrar que no sólo Nueva York, sino también Nápoles, Seúl o Tokio tienen buenos representantes.