Posted on 08 Junio, 2011 | No Comments
Ganador del Premio Pulitzer 1999 visita el campus
Indira Rojas
El auditorio de la Biblioteca acogió a jóvenes y adultos incluso después de las 3 pm, hora pautada para el comienzo del evento. En uno que otro momento la audiencia volteó a mirar a los que llegaban tarde, y que en vano se esforzaban por no hacer ruido.
En la mesa larga, ubicada en la tarima, una figura extranjera se erguía sonriente. Se dibujaban alrededor de sus labios líneas finas que delataban su vejez. Sobre la sonrisa se hallaban sus ojos pequeños, escondidos tras el cristal de los lentes de pasta gruesos y redondos al estilo de Woody Allen. Un saco verdoso, casi marrón, lo vestía con elegancia casual.
Vino
Lo presentaron como poeta reconocido, norteamericano de origen canadiense y ganador de numerosas becas y reco-nocimientos, entre los que se cuenta el Premio Pulitzer 1999. El galardón le fue otorgado por su colección de poemas titulado Blizzard of One (Tormenta de uno).
Compartía la mesa larga con Francisco Javier Pérez, presi-dente de la Academia Venezolana de la Lengua y profesor de la Ucab; Miguel Marcotrigiano, coordinador académico de la escuela de Letras, Bernardo Infante, editor de Bid & co; y Adalber Salas, tesista de letras y poeta. El nombre del invitado: Mark Strand.
Su presencia en el auditorio el jueves 31 de marzo era parte de las actividades planificadas por la escuela de Letras para celebrar los 55 años de la facultad de Humanidades y Educación. La oportunidad sirvió para presentar su reciente libro Nada ocurra, publicado por la editorial Bid & co.
Habló
La voz tiene un ruido, suena a quebranto: es seca, pero gruesa. Con un hablar pausado va soltando anécdotas personales y profesionales, mezclando a ratos su lengua natal y el español. A su lado, Salas fungía como traductor.
Un hombre entre la audiencia le preguntó por su relación con Joseph Brodsky, poeta ruso. Strand contó algunas experiencias compartidas con él que le dejaron ver la genialidad del escritor europeo, a quien consideraba como un maestro.
También habló sobre la Generación Beat, grupo de escritores de la década de los 50. “Fue la primera en criticar el modo de vida americano. Esa no es la única manera de vivir y no es tan funcional, lo ven cada día en el comportamiento de los congresistas”. La afirmación, que hubiera podido originar una polémica política en Estados Unidos, provocó una risa irónica entre los asistentes, y anticipó una reflexión que evidenció su mente de literato: “Los poetas somos los legisladores desconocidos del mundo, pero somos los legisladores conocidos del mundo interior”.
Aunque su condición de poeta le confiere un aura de romanticismo, la noción de la inspiración para el escritor norteamericano escapa de la idea novelesca, “es una forma de trabajo, hay que prepararse para ella y usar los ingredientes de la vida para hacer algo nuevo”, apuntó.
Consquistó
“La fama es como un cuarto lleno de escritores donde no hay lugar para más. Muchos están tocando la puerta, y para que entren deben sacar a alguien. En algún momento alguien dijo: ‘Mark, puedes entrar pero sólo por cinco minutos’”. El jocoso comentario concluyó el encuentro. Las risas que vinieron luego sonaron como una despedida con sabor a satisfacción.
Francisco Javier Pérez leyó públicamente los poemas “Mi hijo” y “Barco fantasma” antes de que jóvenes y adultos lectores se apresuraran a formar fila, con la ilusión de obtener un autógrafo del poeta adornando la primera página de algún libro de su autoría. Muchos llevaron consigo Nada ocurra, seguramente obtenido en la pequeña venta del libro que se efectuaba en las afueras del auditorio.