Posted on 08 Junio, 2011 | 2 Comments
La vida es tan cortay el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, y a hay que morirse. Sobre héroes y tumbas, 1961
Me llamo Ernesto, porque cuando nací, el 24 de junio de 1911, día del nacimiento de San Juan Bautista, acababa de morir el otro Ernesto, al que, aun en su vejez, mi madre siguió llamando Ernestito, porque murió siendo una criatura. (…) Y tenía noventa años cuando [lo] mencionó por última vez, con sus ojos humedecidos (…). Lo que prueba que los años, las desdichas, las desilusiones, lejos de facilitar el olvido, tristemente lo refuerzan.
En estas líneas de Al fin (1999), relato de la propia vida, ya un Sabato atenuado por la vejez, patentiza el rasgo que mejor definió sus actuaciones y discursos en los ámbitos literarios, políticos y culturales, y que su entrañable amigo José Saramago condensara bajo el rótulo de “conciencia dolorida”, en uno de los últimos homenajes públicos al intelectual argentino.
Conciencia que ahonda, conciencia que interroga, que se agita, que indaga sobre la contradicción humana a través de la escritura y la poesía; con-ciencia que es memoria, que se perturba, y que, finalmente, en su diálogo interpela sus preca-riedades y las del hombre en los complejos escenarios del s. XX.
Sus novelas –El Túnel (1948), Sobre héroes y tumbas, y Abaddón, el exterminador (1974); sus ensayos y cartas abiertas –reflexiones en torno a: la experiencia humanizadora del arte; el escritor y la literatura como indagaciones; la tecnología, y más tarde la globalización, con sus fuertes coeficientes de mecanización del sentido esencial de la vida; el tango entre los imaginarios y afectos porteños; la conducción del Estado, y las libertades individuales y colectivas–; su activismo en el acontecer político-social argentino y latino-americano –discurrir comunista; detractor del Peronismo; el Nunca más y la persistente cifra de 8.960 desaparecidos en la dictadura del Teniente General Jorge Videla; su inconformidad ante las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que soportaron buena parte de los indultos a estos jefes militares; los temas de integración y cooperación entre los países del continente–; todas son muestras claras de una conciencia preocupada, no detenida, que mira y se interna en la realidad con “(…) una curiosa mezcla de fe en lo que tenés que decir y de reiterado descreimiento en tus fuerzas” (Abaddón, el exterminador).
La obra de Ernesto Sabato, su conjunto dis-cursivo, es la exhibición de ese oficio de pensar en las problemáticas de su tiempo, nuestro tiempo, y que al enunciarlas permite que el mismo sujeto re-conozca la trayectoria tan particular que dibujan sus múltiples recorridos.
Lizette Martínez Willet
Profesora de Literatura Latinoamericana II
Escuela de Letra
Agosto 23rd, 2014 at 8:24
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tnx!!…
Agosto 26th, 2014 at 5:19
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спс….