Posted on 04 Mayo, 2011 | No Comments
La capital de Falcón, baluarte de la historia venezolana y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se ha deteriorado en los últimos años a causa del olvido del Estado y la desinformación de la población
María Gabriela Fernández B.
Las estampas de edificios coloniales conviven entre carros novedosos, y el sol que hoy acalora a los corianos de a jean es el mismo que azotaba a las familias de antaño. Es muy fácil pasear en Coro y perderse en sus fantasmas, su pasado, su magia, mirar a los lados e imaginar, por ejemplo, a alguna Arcaya batiendo sus abanicos, el lento caminar de un sacerdote español o la presencia de un hombre bigotudo que porta una espada o que carga un baúl.
Los más de 500 años de historia de la primera ciudad europea en Venezuela la convierten en un tesoro para el país, y la mezcla de estilos arquitectónicos en el casco histórico de Coro y La Vela les valió la calificación de Patrimonio Cultural de la Humanidad. Sin embargo, la mala gestión de entidades responsables, la desinformación de la población y los azotes de la naturaleza han causado estragos en la entidad y han convertido al bastión histórico en un órgano que late herido y lucha por conservarse entre estructuras afectadas y fachadas recién pintadas.
Esta historia no es de barro
El 26 de julio 1527, el español Juan de Ampíes emprendió la fundación de la hoy capital del estado Falcón, llamada en su momento Santa Ana de Coro.
Con el tiempo, la ciudad se convirtió en un centro estratégico de comercio entre Venezuela e islas de dominio holandés. Esta dinámica social produjo la construcción de residencias cuyo estilo sería descrito como “una de las mejores muestras de arquitectura caribeña de la segunda mitad del siglo XVIII, en la cual conviven valores formales, volumétricos y espaciales de las influencias españolas con las antillano-holandesas y con las técnicas y materiales locales”, según la obra Escuchar al monumento del arquitecto Graziano Gasparini
Basado en estos preceptos y no en el mito urbano de la importancia del barro, el 9 de diciembre de 1993, en una reunión celebrada en Cartagena, Colombia, Coro y su puerto recibieron el nombramiento de Patrimonio Cultural y el Estado venezolano aceptó las condiciones de mantenimiento de un legado que desde entonces pertenece a toda la humanidad.
Las dolencias de la joya histórica
Varios expertos coinciden en que, a pesar de su belleza, la ciudad que celebró su inclusión hace diecisiete años no es la misma en la que hoy pasean corianos y turistas. Luego de la visita de una comisión de la Unesco en 2005, el casco histórico de Coro fue incluido en la lista de Patrimonios en Peligro porque “había un serio deterioro de materiales, estructuras, coherencia arquitectónica y urbana y una significativa pérdida de autenticidad e integridad (…) El sitio Patrimonio de la Humanidad no era manejado como una entidad integrada y no había plan de manejo”.
El arquitecto Nicolás Akirov, ex director del Instituto Municipal de Patrimonio en el municipio Miranda de Coro, asegura que este deterioro responde a cuatro causas principales: La mala interpretación de las ordenanzas de construcción y conservación, las intervenciones desafortunadas en construcciones de valor patrimonial, la subdivisión de viviendas para transformarlas en comercios, las fuertes lluvias y, sobre todo, la poca educación sobre el valor del patrimonio.
En relación con las ordenanzas, el director del Museo Diocesano de Coro, padre Numa Rivero, sostiene que, desde su inclusión, Coro ha necesitado un sistema de estatutos que posea “sustentación jurídica y un andamiaje más conceptual que numérico”. Expresa que por esta ausencia aparecen constantemente elementos discordantes con la estética y el estilo arquitectónico en el casco colonial de Coro, como, por ejemplo, la oleada de transformación de casas en locales comerciales.
La mezcla desafortunada de técnicas en la reconstrucción de calles y casas es también un factor controversial sobre el patrimonio, que resulta del uso del cemento en la reparación de edificios de barro. Esta situación es condenada por unos, dado el peso del material, y aplaudida por quienes sostienen que el cemento garantizaría la estabilidad de los inmuebles.
Ahora bien, la debilidad actual de las estructuras, producto de la falta de mantenimiento y del olvido de los propietarios y de la gobernación, también han dejado expuestas a estas edificaciones frente a los desastres naturales. Las lluvias de diciembre de 2010 desplomaron un aproximado de 40 casas. Gasparini atribuye estas caídas a la poca tendencia a aprender del pasado: “Esto ya había ocurrido en 1999, con aquellas lluvias cayeron casi 60 casas”.
Llegado a este punto, surge que una de las principales condiciones que han influido en el deterioro de Coro y su puerto es la falta de sentido de pertenencia de los propios residentes.
En un intento de analizar los motivos por los cuales el propio pueblo parece olvidar la valía del patrimonio, Akirov reflexiona: “A veces los propietarios se sienten disminuidos por residir en estas casas coloniales, se sienten atrasados en la tecnología. Además, remodelan sin pensar que ese, que es su hogar, tiene un valor universal”.
Tras la situación crítica de diciembre, el Instituto de Patrimonio Cultural (IPC) ha vuelto su mirada hacia Coro, y la población espera ansiosa el surgimiento de proyectos exitosos en la reconstrucción de esta joya cultural de la historia venezolana.
Una visión de contraste
Entre el 17 y el 21 de febrero arribó al país una comisión de la Unesco que monitoreó el estado del patrimonio. La página web del Instituto de Patrimonio Cultural informa que Luis Fernando Guerrero, delegado del organismo internacional, declaró: “Es sorprendente ver el buen estado en que se encuentran las calles, las casas, las estructuras, pero sobre todo la organización comunitaria”.