Posted on 29 Marzo, 2011 | No Comments
Una de las causas de los actos delictivos en las instituciones educativas es que los alumnos asumen estos hechos como conductas normales
Fabiana López Berra
Las acciones violentas constituyen un problema que ha dejado de estar sólo asociado a la delincuencia. Progresivamente se ha vuelto cotidiano en muchos de los hogares venezolanos, en los que, según cifras de Incosec (Instituto de Investigaciones de Convivencia y Seguridad Ciudadana), 55 personas perdieron la vida a manos de un familiar tras algún altercado de agresión física en el primer semestre de 2010.
Este problema poco a poco ha invadido espacios que antes estaban exentos de ella o se manifestaban en menor medida, tal como las escuelas y liceos.
Carlos Trapani, investigador del Institutito de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la Ucab y coordinador del curso Prevención de la violencia y promoción del buen trato en la convivencia escolar, explica que en un estudios realizado por el Centro Gumilla, en aproximadamente 150 escuelas y colegios de las comunidades de Petare y Catia, al menos 70% de los entrevistados habían sido testigos de agresiones físicas en las aulas y al menos 20% había visto armas blancas dentro de las instituciones educativas; por lo que la violencia ha irrumpido en lugares que se suponía debían estar resguardados de este tipo de situaciones.
Las causas de este fenómeno son diversas, pero los estudiosos en la materia aseguran que uno de los factores que ha influido en la irrupción de este fenómeno en las escuelas ha sido la cotidianización de la violencia intrafamiliar. Gaby Arenas, profesora de Metodología de la Investigación de la escuela de Comunicación Social de la Ucab y presidenta de la fundación Taller de Aprendizaje para las Artes y el Pensamiento (TAP), afirma que un estudio realizado por la asociación en las comunidades rurales de El Hatillo arrojó que los niños asocian la violencia a un tema de afecto: “Para un niño, si su mamá le pegaba era porque lo quería y lo estaba tratando de enseñar. Veían el problema como algo normal, cotidiano; y no desde la perspectiva del sufrimiento, sino sencillamente como algo que vive con ellos, que no gusta, pero que está ahí”.
En la misma investigación, Arenas asevera que la visión de los adolescentes con respecto a la violencia escolar es diferente y mucho más pragmática, puesto que la relacionan con el status social; asumen conductas violentas para ganarse el respeto de sus coetáneos: “Los chicos de bachillerato nos decían que ser violentos los ayuda incluso a obtener recursos, puesto que les ofrecen vender drogas mientras más rudos sean. Entonces para ellos la violencia ganó rentabilidad económica y les ofrecía protección a ellos mismos”.
Aportes para la paz escolar
La violencia escolar se ha convertido en un verdadero problema. Es por ello que muchos educadores se han preocupado por buscar herramientas para manejar este tipo de situaciones y construir alternativas para la paz.
En este orden de ideas, Luisa Pernalette del Centro de Formación e Investigación Padre Joaquín de Fe y Alegría (sede Guayana) y un equipo de especialistas en la materia han elaborado el manual titulado Conversaciones sobre la violencia y la paz: Una invitación a la convivencia pacífica, que constituye una propuesta formativa y organizativa para madres de sectores populares, ya que entienden que el origen principal de la violencia escolar es aquella que se genera en el hogar —y más específicamente las madres como victimarias—.
El texto ha sido utilizado en distintos talleres en Ciudad Guayana, en los que se les pide a las madres que reflexionen sobre las situaciones que marcaron sus vidas y que las convirtieron en seres violentos. Seguidamente, se les dan herramientas para buscar alternativas de formación para sus hijos que no incluyan acciones de agresión de ningún tipo. Por último, se trata de que las madres trabajen en conjunto con las comunidades para que la reducción de la violencia no se dé sólo en los ámbitos familiar y educativo, sino que también incluya a la comunidad.
Por otro lado, Arenas explica que, a través de Fundación TAP, se han logrado disminuir los índices de violencia en los colegios Mano Amiga La Montaña (en Turgua) y Don Pedro de Fe y Alegría (en San Agustín): “La propuesta es que en la medida en que la gente desarrolle el pensamiento va a poder ser capaz de asumir reacciones distintas a la violencia. Hicimos que los niños nos contaran qué alternativas podrían solucionar la violencia. Lo mismo hicimos con los adolescentes, madres y docentes; y partir de sus propuestas, se empezaron a realizar actividades de erradicación y prevención de la violencia en las comunidades mientras estaban en un proceso de formación para aprender sobre negociación, sobre resolución de conflictos, sobre derechos humanos a través de expresiones artísticas”.