Posted on 30 Julio, 2009 | No Comments
María Fernanda Mujica Ricardo
Creo que sería fundamental para los ciudadanos que vivimos en Venezuela contar con un seguro funerario, pues ya son demasiadas las familias que están de duelo por el desangre en que se han convertido las autopistas, avenidas, calles y los barrios del país.
Cada día estamos más cerca del dolor y de la impotencia de los que sufren ante la impunidad del hampa que reina. La justicia venezolana se fue en patines hace largo rato cuando se trata de castigar a los asesinos, el sicariato, los corruptos, los secuestradores. No hay pobre, no hay clase media y no hay rico a quien el hampa no le haya hecho una visita. Pero para colmo, ya no roban sino matan, y la mayoría de las veces las víctimas son menores que ni dentro de sus ranchos se salvan de las balas perdidas de los malandros.
Quizás el Presidente Chávez con la merma en el presupuesto nacional debido a la baja sustancial del precio por el barril del petróleo, que cuando estuvo a 165 dólares no se ahorró para los tiempos de las vacas flacas que están por venir, no tenga para crear una Misión Funeraria. De esta manera, todos los venezolanos tendríamos una póliza que nos cubriría los gastos de entierro cuando la bala fortuita y maligna nos toque.
Es solo una idea que le damos al gobierno de la participación. Creemos que es participativo en cuanto a la muerte se trata.
Qué tan diferente fuera nuestro país si las batutas del Sistema de Orquesta y las voces de los Coros Infantiles fueran los que dirigieran las políticas venezolanas: todo sería armónico, fluido, acompasado, grupal, incluyente, disciplinado, con valores e ideales para integrar a la nación. Cuando oímos o vemos a los músicos y cantores nacionales, tenemos la seguridad de que aquí está parte del futuro nacional, y a ello apostamos.
Sugerimos también crear las misiones Respeto, Tolerancia y Paz. Esta última la podríamos patentar en el exterior porque pululan ¿líderes? en el ámbito mundial que juegan con las armas nucleares; a ellos se les podría enviar a realizar unas largas pasantías con Ghandi y la Madre Teresa de Calcuta –bueno, si Dios nos hace el favor de recibirlos allá en el cielo–, a ver si aprenden a conocer algo llamado responsabilidad.