Posted on 15 Diciembre, 2010 | No Comments
Ese día, como todos los días, despertó a las 5 de la mañana, leyó un rato, y desde el piso 46 en el que habita, miró los rascacielos, el Hudson y los árboles de Central Park. Prepararía sus clases para Princeton, caminaría durante una hora para ejercitar su espalda, leería el periódico, desayunaría y, finalmente, escribiría su “Piedra de Toque” para El País desde la Biblioteca Pública de Nueva York. Pero ese 7 de octubre, recibió la llamada de la Academia Sueca anunciándole que es el Nobel de Literatura. Entonces, ese día de Mario Vargas Llosa dejó de ser como todos los días.
“Cogí el aparato y escuché entre silbidos, ecos y eructos eléctricos, una voz que hablaba en inglés. En el instante en el que alcancé a distinguir las palabras Swedish Academy la comunicación se cortó”. Una llamada como esa descartaba la posibilidad de una tragedia familiar, pero admitía que pudiera tratarse de una broma pesada. “Si es cierto, esta casa se va a volver un loquerío”, dijo Patricia. Cierto, muy cierto. Catorce minutos después de la segunda llamada de Peter Englund, secretario de la Academia, la noticia circuló en la radio, la televisión e Internet. El Nobel fue concedido a Vargas Llosa “por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes sobre la resistencia, la revuelta y la derrota individual”. Álvaro, Gonzalo, Morgana, amigos, colegas, editores, críticos, lectores y fanáticos iniciaron la celebración. Perú celebró. España celebró. El continente celebró. Esta vez, no fue una broma.
Todo chivo tiene su fiesta
Alan García, presidente de Perú, calificó el galardón como “un acto de justicia enorme que en verdad esperábamos desde nuestra juventud… El mundo reconoce la inteligencia y la voluntad libertaria y democrática de Vargas Llosa… Es un extraordinario creador del lenguaje, además una constancia de trabajo de más de 50 años”. Para Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española, el Nobel supone “el reconocimiento para la lengua española como un referente de excelencia cultural… En la novela de Vargas Llosa nos encontramos con algo superior, en donde coge la realidad que aborda a diario y la vuelve a crear en la imaginación, en un espacio nuevo, y eso para el lector cobra más fuerza”. Se unieron a las felicitaciones los presidentes de Chile y México, los equipos de Alfaguara y Tusquets y Juan José Millás junto con otros colegas.
Desde aquí, Óscar Collazos recogió diversas apreciaciones. Todas válidas y pertinentes: “Este Nobel tiene muchas lecturas. Me quedo con tres: una, es el último reconocimiento al representante más joven de la tradición en lengua española que consolidaron los novelistas del boom latinoamericano; dos, es el premio a la mística del escritor, y tres, es la legitimación de un intelectual necesario, por lo controvertido, en el debate de las ideas y en el frágil equilibrio de nuestras democracias”.
Catorce minutos de reflexión
Cuenta el mismo Vargas Llosa en su columna de El Nacional: “Pensé… Pensé… Y pensé en lo increíblemente afortunado que yo he sido en la vida por seguir el consejo de tío Lucho y haber decidido a mis 22 años, en algún momento de agosto de 1958, que no sería abogado sino escritor, y que, desde entonces, aunque tuviera que vivir a tres dobles y un repique, organizaría mi vida de tal manera que la mayor parte de mi tiempo y energía se volcaran en la literatura, y que sólo buscaría trabajos que me dieran tiempo para escribir… Y pensé en la extraña paradoja de haber recibido tantos reconocimientos, como éste (si la noticia no era una broma de mal gusto), por dedicar mi vida a un quehacer que me ha hecho gozar infinitamente, en la que cada libro ha sido una aventura llena de sorpresas, de descubrimientos, de ilusiones y de exaltación, que compensaban siempre con creces las dificultades, dolores de cabeza, depresiones y estreñimientos. Y pensé en lo maravillosa que es la vida que los hombres y las mujeres inventamos, convirtiéndonos los unos a los otros, para romper las fronteras tan estrechas de la vida verdadera y trasladarnos a otra, más rica, más intensa, más libre, a través de la ficción… A las 6 en punto de la mañana confirmaron que la noticia era cierta y desde entonces yo dejé de pensar y, casi, casi, hasta de respirar”.
Kaoru Yonekura
Tesista en Letras