Posted on 07 Julio, 2010 | No Comments
Tenemos nuevo rector. De acuerdo al Estatuto Orgánico, el 12 de junio se tuvo la votación secreta en el Consejo Fundacional y, de acuerdo con su resultado, el Provincial de los jesuitas y vicecanciller de nuestra Universidad, P. Arturo Peraza (egresado y profesor), nombró como rector al Padre José Virtuoso con el que empezaremos el nuevo año académico.
Las instituciones sanas viven las transformaciones sin traumas y la novedad rectoral traerá renovación en este cambio de época.
Los cambios exitosos se basan en las fortalezas de lo que se tiene, en la conciencia de las debilidades que hay que superar y los nuevos retos que hay que asumir. En un mundo de cambios culturales y tecnológicos vertiginosos y en una Venezuela con dolores de parto para dar a luz una democracia inclusiva, plural, con libertad y justicia social, nuestra Universidad ha ido aprendiendo a cambiar sin excluir.
Cuando miro atrás veo lo nuevo nacido después de 1990. Los núcleos de Coro, Guayana, La Castellana, Los Teques; la novedad del decanato de Desarrollo Estudiantil y de la facultad de Teología (Iter); el nacimiento de las carreras de Ingeniería Informática e Ingeniería de Telecomunicaciones. Entonces no existían ni el Secretariado Social, ni la dirección de Proyección a la Comunidad, ni el Centro de Derechos Humanos, ni el Parque Social con sus diversas direcciones y servicios para las comunidades, ni la dirección de Prensa, ni El Ucabista, ni la dirección de Publicaciones, ni la pasarela al Metro, ni el Edificio Cincuentenario, ni la Plaza del Estudiante, ni la Feria y Planeta Universitario. No habían nacido ni la Asociación de Egresados (Aeucab) ni el CEL (Centro de Estudios en Línea), ni el Ciap (Centro Internacional de Actualización Profesional), ni decenas de postgrados, ni éramos parte activa de Ausjal (Asociación Latinoamericana de Universidades de Jesuitas), ni teníamos decenas de cursos virtuales…
Eso es lo que capta la primera mirada, pero el secreto de los cambios vividos se esconde en los bien motivados equipos humanos, cada uno con su propia autonomía y creatividad. Pensemos sólo en las iniciativas estudiantiles con su impresionante y exitosa participación en competencias académicas internacionales, en su liderazgo impactante en el debate nacional y en la movilización de calle, en las diversas iniciativas de formación de líderes, de compromiso social, de servicio comunitario, de Universitarios en Misión, de compresión y entusiasmo por el rescate nacional de lo público.
El año 1972 vivimos una fuerte crisis que llegó a la huelga de hambre y al cierre; luego fue resuelta con apertura y aceptación mutua de las corrientes enfrentadas, que, en las siguientes décadas, supieron jugar juntos en los mismos equipos de autoridades y de profesores. La Universidad se convirtió en centro de debates y nadie ha sido excluido por sus ideas, ni en los momentos de mayor enfrentamiento. El país es plural y nosotros tenemos que formar conciencias para afirmar y defender los derechos humanos de todos y las oportunidades para quienes hoy no las tienen.
Como Universidad Católica ignaciana llevamos el sello de lo universal, de lo ecuménico, del diálogo y de “en todo amar y servir” con los saberes puestos al servicio humano.
En un río de corriente turbulenta no avanzar es retroceder y dejarse arrastrar. El cambio de rector es una invitación a pensar en lo que debiéramos tener y no tenemos, y sobre lo que queremos ser y no somos.
Una gran invitación para todos a innovar, a inventar, sin perder lo bueno ya logrado y afincarnos en él para impulsar lo nuevo.
Quiero agradecer a todos los que han hecho posible lo que somos, a los estudiantes que nos dieron ejemplo de coraje y compromiso con el país, a los empleados de tan clara identificación personal y familiar con su universidad, a los profesores que llevan en su corazón esta Universidad ubicada en el “lejano oeste” y que todos los días superan los obstáculos de las colas del tráfico. ¡Cuánta identificación, empeño personal y horas de gratuidad y compromiso!
Siento y pido perdón por las faltas mías, por mi carácter a veces seco, pues 53 años de venezolano no han logrado endulzar mi corteza de vasco duro, y también por no haber podido compartir más tiempo con cada uno de ustedes como se lo merecen.
Tengo la certeza de que nuestra Universidad escribirá sus mejores páginas en los próximos años, pues el país nos reconoce y necesita como nunca antes. Esta comunidad universitaria quiere servirlo y tiene con qué.
Gracias y la bendición de Dios para el nuevo camino.
Luis Ugalde, s.j