Posted on 26 Mayo, 2010 | No Comments
Javier Camacho Miranda
Técnica y concentración. Dos elementos esenciales resaltados para la consecución de cualquier tarea por Carlos Weter, el electricista activo que más años ha prestado servicio a la Universidad. “Si en verdad quieres hacer algo lo aprendes. La constancia y las ganas son esenciales en cualquier labor”, comenta Weter, quien para 1968 ya recorría el campus universitario como ayudante de electricista, aunque actualmente se caracteriza por trabajar solo, ya que según él tener un compañero para su trabajo puede fomentar la flojera. Recuerda que para aquel momento llevaba el cabello largo, pantalones de bota ancha y un radio portátil al hombro, en sintonía todo el tiempo con una emisora que emitía clásicos populares del momento.
“Comencé como ayudante a los 18 años. Estuve hasta finales de 1969, porque tuve que presentarme al cuartel. Luego, exactamente el primero de febrero de 1971, regresé como electricista a la Ucab. Puedo asegurar que éste es el primer y el último trabajo de mi vida. Estaré acá hasta que me llamen desde Recursos Humanos”, bromea, ya que a pesar de tener más de 40 años prestando sus servicios todavía no cuenta con la edad para la jubilación, aunque asegura que éste es un punto que no le quita el sueño, ya que quiere trabajar hasta que “el cuerpo aguante”.
Carlitos, conocido así en los pasillos universitarios, también se ha ganado la confianza de los padres jesuitas, pues es solicitado continuamente para reparaciones eléctricas en las residencias de éstos. En los recientes reconocimientos de profesores y personal ucabista recibió una de las ovaciones más extendidas de la tarde, con el auditorio Hermano Lanz totalmente de pie: “A uno se le pone el corazón chiquito cuando tanta gente te aplaude, y más cuando son personas que en su mayoría conoces. Estoy muy contento por ese reconocimiento, y por todo el tiempo que he pasado en esta casa de estudios, lugar que además mis hijos escogieron para su preparación universitaria.”, afirma Weter, ya que su hijo Ronnie cursa actualmente el segundo año de Psicología y su hija Romina cursó cuatro años de Educación antes de cambiar sus estudios hacia el área gastronómica, pasión que comparte con su padre.
Entre generaciones
“Yo conocí a la profesora Mercedes Pulido cuando todavía era una estudiante y años después le enseñé técnicas de soldadura al “grillo”, su hijo José Rafael Briceño, cuando todavía era un muchacho”, menciona Weter. Un ejemplo de la brecha generacional que ha cubierto este personaje en esta casa de estudios.
Rutina “biológica” establecida
Weter confiesa además tener su reloj biológico en hora todo el tiempo. Comenta que ya desde las dos de la madrugada está despierto, organizando diferentes cosas en casa antes de salir en el primer bus hacia Caracas desde Cúa, que arranca a las cuatro: “Ya alrededor de las dos o tres de la madrugada se me quita el sueño, porque me acuesto muy temprano. Cuando despierto busco organizar lo que tenga que hacer en casa para arrancar hacia la Universidad, a la cual llego todos los días sobre las 5:30 am”, señala. Una rutina que promete seguir funcionando por muchos años más.