Posted on 24 Mayo, 2010 | No Comments
María Fernanda Mujica Ricardo
Conversamos con Susana Vallado en el Museo Sacro al que ella llama “un cálido lugar de encuentro”, antes de apreciar su exposición de iconos titulada Meditaciones en Cristo.
Vallado, egresada de Letras en 1974, dice “Amo a mi Universidad, ella pasó por mí y yo por ella”. Fue activista en los sucesos de 1972 en la Ucab y por esta razón fue castigada y perdió un año porque no la dejaron presentar los finales. Participaba en el grupo Evolución que organizaba cine-foros y otros eventos. Se atrevieron a invitar al escritor Orlando Araujo y buscaban crear conciencia social en otros compañeros. También integró otro grupo llamado Tercera Juventud que era más político y formó parte del Teatro de Letras. Cuando estudiaba fue asistente del profesor Domingo Miliani en la cátedra de Literatura Hispanoamericana y del maestro Efraín Subero en Literatura Venezolana I.
Sus jesuitas más recordados son Jesús Gazo, Luis María Olaso, Carmelo Salvatierra, Fernando Arellano (de quien aprendió mucho en sus clases de Arte) y Rafael Baquedano. Para ella fue una sorpresa que este último fuera quien casara a su hija Eloisa Maturén con Gustavo Dudamel.
Al reintegrarse a la Ucab, después del año perdido, los estudiantes convocaron a un congreso de reforma estudiantil del que Susana fue la secretaria organizacional donde proponían crear Bienestar Estudiantil, reformar el claustro académico y crear actividades extra cátedras, pero a su juicio, el error estuvo en que no quedó generación de relevo. Eran los tiempos de Ucab Libre donde también militaban Edwin Zambrano y Rafael MacQuhae, y también de la activación del partido Juventud Demócrata Cristiana en compañía de Luis Alberto Machado, Andrés Caldera, Alberto Lovera, Gustavo Rivero y Alberto Arapé.
La carrera de Letras, a su juicio, ofrece formación organizativa, estructura mental, léxico, retentiva y capacidad de análisis. Estas cualidades le han permitido trabajar en diferentes áreas de servicio público como la Alcaldía de Baruta, en la actualidad, como jefe de la Oficina de Planificación y Organización; en la Fundación Nacional para la Artesanía y el Arte Popular (FNUAP); fue electa concejal del Municipio Baruta (1991-93); en la Gobernación del estado Miranda; en Indulac; en la Gobernación del Distrito Federal junto a Carmelo Lauría, “del que aprendí mucho”; en Fundarte y en el Ministerio de Estado para el Desarrollo de la Inteligencia con Luis Alberto Machado, entre otras labores comunitarias. Fue profesora de la escuela de Estudios Políticos y Administrativos de la facultad de Derecho de la UCV, desde 1984 hasta 1993.
Dios es su amigo
Fue marcada por la fibra social y el amor a Dios por su abuela materna Leonor Eloisa. Su madre, nacida en Argentina, fue una gran bailarina que danzó en el Teatro Colón. Al residenciarse en México por su casamiento (donde nació Susana) actuó junto a Tin Tan, Jorge Negrete y Pedro Infante. Este último fue su padrino de bautismo.
Susana desde hace más de cinco años descubrió el arte de la iconografía rusa que consiste en pintar la figura en madera con pigmentos naturales al huevo y temple. Siempre le gustó el arte como oficio y estudió pintura.
“La iconografía me ha permitido cerrar espacios de mi vida muy importantes. Hice un taller con retiro espiritual donde sentí que Dios tocó mis manos. El primer icono que realicé fue de Jesucristo, después hice una virgen y la tradición dice que el que pinta más de dos iconos nunca deja de hacerlos. Se dice que la iconografía es la Biblia del que no sabe leer. Este arte ha reafirmado mi fe en Cristo, me ha enseñado a ser mejor persona, a oír a los demás. También he aprendido a cultivar la paciencia porque una de mis características es que soy avasallante”, dice la artista mientras nos enseña la exposición que será exhibida en la Ucab el 17 de marzo.
Actualmente está pintado a María Trono de la Sabiduría, la virgen ucabista, para donarla a la iglesia. Nos dice que para crear iconos se debe orar, meditar y estar en silencio. Y confiesa que “mi amigo Chucho es muy arrecho, él siempre me da luces”. Bajo su figura menuda, Susana se siente fuerte pues confía en que Dios es su amigo y siempre ha estado segura de que Él nunca la va a hacer pasar momentos que no pueda superar: “He crecido hasta en los momentos más difíciles”.
Dejamos a Susana en la Iglesia del Santo Sepulcro, donde ayuda a las monjitas a preservar los tesoros de los que son celadoras. Sus actividades como mujer y artista la llenan humana y espiritualmente, y ha sido la madurez la que le ha permitido profundizar en su silencio y encontrar a Dios.