Posted on 23 Febrero, 2010 | No Comments
El doctor Pedro Cunill Grau siempre ofrece sorpresas agradables en el área de la Geografía de Venezuela. En 2007 presentó su Geohistoria de la Sensibilidad en Venezuela (dos tomos) publicada por la Fundación Empresas Polar, obra que, en sus palabras, representa “una contribución geohistórica a la geografía de la percepción, rama de la geografía humanista que se viene diseñando desde hace tres décadas en varios centros de excelencia en Europa y Norteamérica. Ello nos permite incursionar en la recuperación de la herencia geohistórica, legada por geógrafos e historiadores clásicos, cronistas acuciosos, viajeros avizores y por otros múltiples testimonios documentales, que había sido soterrada por la indiferencia de los cultores de la geografía cuantitativa neopositivista”.
En esta nueva ocasión se trata de su libro Historia de la Geografía de Venezuela Siglos XV-XX (dos tomos), edición especial patrocinada por el Consejo Nacional de Universidades, el Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior y Ediciones OPSU (Caracas, 2009). Este texto fue presentado por su autor bajo el título Lo geográfico en el devenir venezolano (siglos XV-XX) para su incorporación como Individuo de Número a la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales en 2008.
Nos gustaría detenernos en los 56 capítulos de la obra pero estamos obligados a hacer esta apretada síntesis. Partiendo de la presencia en el actual territorio venezolano de los pobladores indígenas, Cunill refiere el contacto inicial indohispano en la península de Paria y presenta a un Cristóbal Colón deslumbrado ante lo que consideró el Paraíso Terrenal. De allí nos lleva al fecundo viaje descubridor de 1499 de Juan de la Cosa, Américo Vespucio y Alonso de Ojeda, del cual saldrá -entre tantas cosas- un Planisferio, el primero de América y un topónimo muy afortunado: Venezuela.
Con elegancia, pasó a lo que llamó “Lo geográfico en la configuración de la Venezuela Irredenta”, es decir, el territorio desde la península Guajira hasta la desemboca-dura del Amazonas. Para ello se valió de las capitulaciones de Rodrigo de Bastidas, Antonio Sedeño y Diego de Ordaz entre otras; y de la cartografía histórica, particularmente de Sebastián Münster, Teodoro de Bry, Jodocus Hondius, Guillermo Blaeuw, Jean Baptiste D´Anville y Robert de Vaugondy. Comenta el reconocimiento geográfico de los Welser en el Occidente; y de nuevo al Oriente, con La geografía de aventureros y corsarios; entiéndase: la cartografía de Robert Dudley y Walter Raleigh [en realidad atribuida a éste].
Especial atención merece la obra misionera en Venezuela. El lector se familiariza con nombres de sacerdotes jesuitas y su labor cartográfica y geográfica en el Orinoco: Matías de Tapia, Juan Capuel, José Gumilla, Felipe Salvador Gilij y Manuel Román. Destaca la obra de los grandes develadores de Guayana: El Orinoco Ilustrado y Defendido, de Gumilla; y el Ensayo de Historia Americana de Gilij. Sólo faltó el mapa de Bernardo Rotella, exponente de una revolución cartográfica al concebir el Orinoco como un río guayanés y no de origen andino.
No escapa al ojo del autor el intento del establecimiento francés en el Guarapiche-San Juan, que casi produjo un enfrentamiento entre la Santa Sede y Francia en la Orinoquia a partir de 1651. Tampoco la obra misionera y cartográfica de los capuchinos catalanes, con sus hatos, pueblos de indios y la creación de una riqueza pecuaria significativa. Al adentrarse en la cuenca del Cuyuní, afluente del Esequibo, ellos frenaron el avance de caribes, holandeses, portugueses y franceses, asegurando para la futura República de Venezuela los extensos territorios al sur del Orinoco.
Destaca el tratamiento dado a la Expedición producto del Tratado de Límites hispanoportuguesa de 1750, cuyos trabajos cartográficos dieron a conocer por vez primera de forma científica la Provincia de Guayana, sirviendo luego como base para la máxima representación cartográfica española del siglo XVIII: Los mapas de Juan de la Cruz Cano y Olmedilla.
El Tomo II incorpora los trabajos cartográficos y geográficos de Alejandro de Humboldt, Francisco Depons, Dauxion Lavaysse, Agustín Codazzi, Alfredo Jahn, y Eduardo Rohl. Hay una referencia al Resumen de la Historia de Venezuela escrito por Andrés Bello en 1809 y a su Calendario Manual y Guía de forasteros en Venezuela para el año de 1810, obra de quien creía “en el alto destino reservado al país por la naturaleza”. Se presenta la percepción del extranjero ante nuestra realidad geográfica, la Geografía Positivista; y la del petróleo, entre otras. Particular importancia se concede a la cartografía en la cuestión de límites entre Venezuela y sus vecinos a partir de 1830. Se concluye con los aportes geográficos de Pablo Vila, Marco Aurelio Vila, Francisco Tamayo, Pascual Venegas Filardo y Levi Marrero en el siglo XX; y con la difusión en diversos medios de la adecuada revisión geográfico cartográfica de nuestros días.
Peca el autor al decir que su obra sólo representa una modesta contribución o que se trata de un manual. Al contrario. Es un notable aporte al conocimiento de la ciencia geográfica en Venezuela. Recomendamos su lectura y esperamos que llegue a todos los rincones del país.
Manuel Donis
Instituto de Investigaciones Historica