Posted on 30 Noviembre, 2009 | No Comments
En nuestra época en que el presente es un imperativo y el pasado se relega al olvido, se nos ocurrió rescatar para la memoria colectiva a seis historiadores de mediados del siglo XIX: Feliciano Montenegro Colón, Francisco Javier Yanes, Rafael María Baralt, José de Austria, Juan Vicente González y Felipe Larrazábal. Ellos escribieron las primeras historias nacionales del país y contribuyeron con su prosa, su discurso histórico y documentos disponibles a forjar el naciente Estado/Nación llamado Venezuela a partir de 1830.
Estos seis historiadores provenían de familias económicamente holgadas. Por cuna, González, Austria y Larrazábal eran los menos ricos del grupo. Ninguno de los tres poseía ni el abolengo de Yanes y Montenegro, ni la fortuna de Baralt. Sin embargo, todos recibieron una excelente formación humanística que les permitió escribir sobre la historia de Venezuela de la época de la Independencia y llegar a ejercer el oficio de historiador como segunda profesión.
Ellos actuaron, por lo menos en algún momento de sus vidas, activamente en la política venezolana. Montenegro todavía no convencido plenamente del movimiento independentista decidió irse del país en 1811 y continuar dentro de las filas del Rey. Para su desgracia, sus compatriotas le cobraron muy caro esa desacertada decisión a su regreso.
Yanes nació políticamente al mismo tiempo que la Junta Suprema de 1810 y tuvo el privilegio de estampar su firma en el Acta de la Independencia. Ocupó altos cargos de la administración pública durante las décadas de 1820 y 1830. Fue magistrado, consejero de gobierno y organizó la Corte del Almirantazgo en Margarita.
Baralt se estrenó en los avatares de la política cuando entró en la carrera militar al lado del general Santiago Mariño; pero, su verdadera acción política la ejerció en España a favor de los liberales progresistas. En este país realizó una muy destacada labor como escritor, poeta y crítico literario. Fue el primer hispanoamericano en ser admitido como miembro de número en la Real Academia Española. Posteriormente fue designado director de la Gaceta de Madrid y administrador de la Imprenta Nacional.
José de Austria es el único de los seis historiadores que mantuvo una relación directa con Francisco de Miranda y Simón Bolívar. No se manifestó abiertamente como político y tribuno. Ejerció funciones de gobernador y ministro en diferentes épocas de la vida republicana.
Juan Vicente González comenzó a dar sus primeros pasos en la política cuando se fundó el Partido Liberal. Luego se apartó de él y se colocó al lado del grupo paecista en la década de 1840. La prensa fue siempre su verdadero instrumento de lucha. Felipe Larrazábal también se inició en la política del lado del Partido Liberal, pero, a diferencia de González, permaneció en él hasta su muerte. Tres fueron diputados: Yanes, González y Larrazábal; asimismo, los dos últimos fueron concejales por Caracas.
Así como todos ellos nacieron y se formaron dentro de hogares acomodados, así también tuvieron un final común: todos, a excepción de Austria, fallecieron con penurias económicas. Unos más que otros; pero, al fin con una situación económica precaria. Montenegro murió en completa pobreza y endeudado. Yanes, a pesar de haber poseído haciendas de café, murió dejando a sus hijos un importante capital. Baralt pereció en España con una situación económica realmente difícil. Austria se salva de este destino porque antes de su fallecimiento había sido ascendido a general de división y nombrado Consejero de Estado. González y Larrazábal murieron prácticamente en la inopia. Para enterrar al primero se tuvo que recurrir a la caridad pública. El segundo tuvo un final trágico: murió en un naufragio en el Atlántico, después de haber padecido el exilio y el embargo de sus bienes.
La historia escrita por estos autores es fundamentalmente pragmática por los fines y motivos que persiguió: educativos o dirigidos a justificar la independencia o, en el caso de Felipe Larrazábal, la de redimir al Libertador, que según él, había sido víctima de una historiografía tendenciosa.
Montenegro redactó su Historia de Venezuela por dos móviles: el de difundir los hechos de la guerra de Independencia y el de desarmar la serie de inexactitudes, errores y mentiras del historiador español Mariano Torrente.
La obra de Yanes está orientada primordialmente a justificar la Independencia. Más que escribir una historia sobre el proceso de esta gesta, monta un andamiaje doctrinario para argumentar a favor de ella. Las últimas páginas del Compendio de la Historia de Venezuela y casi toda la Relación Documentada están enfocadas con esta visión eminentemente pragmática: demostrar la causa justa por la cual lucharon los patriotas. En este caso, la historiografía de Yanes se encuadra dentro de la historiografía liberal europea, porque fue aprovechada para combatir el despotismo y defender la idea de libertad. Casi lo mismo se puede decir del Bosquejo de la historia militar de Venezuela de José de Austria.
Baralt afirma que escribió el Resumen de la Historia de Venezuela con el fin de servir al conocimiento de la juventud venezolana, pero también es una historia que sirve de fundamento ideológico a la nación en formación. Juan Vicente González tomó como pretexto la biografía de José Félix Ribas para historiar los crudelísimos años de 1813 y 1814, es decir, los correspondientes a la Guerra a Muerte. Ésta es la menos pragmática de todas las historias y esto se debe a que su autor es el más romántico del grupo citado. Para el romanticismo la historia sirve por sí misma, no porque persiga un fin utilitario. Y, por último, Larrazábal, si bien fue un romántico, fue también un liberal. La Vida del Libertador Simón Bolívar es toda una batalla que libra contra el despotismo y esa lucha se encarna en el Libertador como sinónimo de la libertad.
Lucía Raynero
Centro de Investigación
Y Formación Humanística