Posted on 30 Noviembre, 2009 | No Comments
María Fernanda Mujica Ricardo
Escribo la letra E con estilo griego. ¿Por qué? Pues imité la letra de la profesora de matemáticas de 5° grado, María Teresa Romero. Ella era muy rígida pero enseñaba. Antes, en 3er grado ya había tenido en la vieja casona del Instituto Escuela en La Florida como maestra de Ciencias Naturales a la profesora Vila, creo que era la esposa del gran geógrafo. La profesora Vila era menuda, yo la veía viejita, pero fue otra gran didacta. Muchos dirán que tuve buenos profesores porque estudié en un colegio privado. Pero no fue así. Cursé en el Liceo Andrés Bello 2do, 3ro y 4to año. Tuve el lujo de que me dictaran cátedra (porque eran más que clases): Lupe Bencomo de León (era la esposa del poeta Carlos Augusto León). Su elocuencia en el aula nos hizo amar la Historia Universal; Mariluz Carrero, gracias a ella, aprobé química con 18 puntos. En 3er año ya yo tenía decidido cursar Humanidades, y ya sabemos la aversión que los estudiantes humanistas tienen contra las llamadas “Tres Marías” (física, química y matemática). La profesora Páez Pumar, a la que apodábamos “pildorita”, era la autora de los libros de texto de física. Luciana Cabrera, nuestra profesora de castellano, su porte y su dicción eran señoriales. Sufría de las cuerdas vocales, enfermedad común entre los maestros. ¡Gracias a ella recorrimos las literaturas venezolana y española! Por cosas de la vida, cursé 6to año en Barcelona- España y en clase, sabía más sobre Cervantes y Quevedo que mis propias compañeras. Valga acotar que estas ilustres docentes eran militantes indistintamente- de Copei, Acción Democrática y el Partido Comunista. Jamás emitieron una opinión ideológica en clase. Ellas eran amigas, y unidas por su único propósito que era el bien formarnos.
El Liceo Andrés Bello fue distinguido por la UNESCO en 1951 como el modelo de liceo en toda América Latina. Pero, en la década de los sesenta también florecieron los liceos Urbaneja Achelpol, Aplicación y Fermín Toro, entre otros. Crecía el país con los ímpetus de la recién nacida democracia.
Después sabemos lo sucedido, se masificó la educación; se inmiscuyeron los intereses partidistas de los sindicatos y gremios; el Instituto Pedagógico donde se formaron los grandes profesores de Venezuela cambió su rumbo; y los problemas socioeconómicos hicieron peso en el desmoronamiento educativo.
Cuando hoy leo en la prensa en lo que se han convertido nuestros liceos públicos viene a mi memoria las exigencias de nuestros profesores.
El uniforme era símbolo de orgullo, el del Andrés Bello era el más hermoso: un jumper blanco con camisa roja. Íbamos impecables al liceo, y nos cuidábamos de portarnos bien en la calle cuando vestíamos el uniforme pues nos podían distinguir de donde proveníamos.
Hoy, cuando se discute un nuevo modelo educativo, pienso que nada es irreversible, y que si tuviésemos el apoyo de un estado docente, junto a los maestros, profesores y a los padres, podríamos hacer de la escuela y del liceo lugares idóneos para la formación de ciudadanos, y si todo ello se enmarcara en un Estado que apoyara la productividad y el trabajo, y no la mendicidad con este altísimo precio petrolero Venezuela podría ser una verdadera potencia con un pueblo bien instruido, bien formado y bien educado. Allí está nuestra riqueza.