Posted on 21 Diciembre, 2009 | No Comments
Anabel Navarro
A simple vista no se le puede definir como “payasa de hospital”, pero su gran sonrisa da pistas. Du-rante años la profesora Lourdes Montenegro ha transmitido a sus alumnos el deseo de trabajar para los más necesitados. Hace quince años, tras hacer el postgrado Desarrollo infantil y sus desviaciones en la Ucab, empezó a dictar clases en la escuela de Educación de esta casa de estudios. Hoy en día es profesora a tiempo completo.
Con tranquilidad agradece el poder expresar su vocación de servicio en todas sus cátedras. En la Ucab dicta Evaluación del desarrollo infantil, Educación en la diversidad y Prácticas profesio-nales no convencionales, en la mención Preescolar; Psicología del desarrollo, en Ciencias Pedagógicas; y Desarrollo humano, en el Diplomado de Edu-cación en Valores. Tiene algunas horas de clase en la Universidad Metropolitana, y hace unos años también compartía sus conocimientos con estu-diantes del Instituto Pedagógico de Caracas y de la Universidad Nacional Abierta.
Sus ojos se alegran al recordar cómo en 2006 asistió a las Jornadas de Pedagogía hospitalaria, en Ucab Los Teques y conoció la asociación Doctores y doctoras de la piñata. Payasos de hospital, con la que se entusiasmó. No dudó en hablar con Nino Barrios, el fundador, y proponerle integrar a estudiantes de Ucab Caracas al proyecto. A los pocos meses las Prácticas profesionales IV (no convencionales) de Preescolar eran suyas.
A través de la cátedra trajo a la Ucab el trabajo de payasos de hospital, con esta asociación civil que inspirada en Patch Adams, nació en 2006 con la misión de llevar alegría a los niños hospitalizados y tiene como lema: el payaso de hospital es men-sajero de la alegría.
Estudiantes con narices rojas
Desde esa materia ha impulsado el proyecto. El primer grupo de estudiantes fue de tres alumnas. Con narices rojas, zapatos de colores y gorros vistosos, visitaron casi todos los hospitales de Caracas; buscaban regalar alegría a niños, niñas y adolescentes hospitalizados, cumplir con sus prácticas profesionales y, a la vez, con su servicio comunitario. “Fue una experiencia positiva. Más allá de lo profesional, esas muchachas ganaron mucho para su vida personal”, asegura con alegría la profesora. Este año se han anotado cinco estudian-tes de Preescolar y dos de Letras.
La profesora Lourdes afirma con una gran sonrisa, que “algunos muchachos piensan que esto es muy fácil. Pero no, más allá de ponerse una nariz y hacer payasadas, hay reglas que se deben cumplir. Hay un taller de iniciación, un fin de semana completo, con una parte teórica y una práctica, que es decisivo, ahí muchos deciden no seguir”, recalca.
¿Cómo ser payaso de hospital?
Con los ojos llenos de satisfacción esta servidora cuenta la dinámica de cada visita. Entran a las habitaciones en parejas o tríos; previamente le piden per-miso a los niños, “si dicen que no, es no. A veces son los padres los que no quieren, siempre está la opción de rectificar y permitirnos entrar”, asegura la profe-sora Lourdes, con un súbito cambio en su sonrisa.
En las visitas involucran a padres, médicos y en-fermeras: “Ellas son las cómplices más grandes que tenemos en todos los hospitales”, afirma enérgi-camente. Quienes sirven como payasos de hospital saben diferenciar, a grandes rasgos, los tipos de enfermedades para no cometer imprudencias, y manejan el código de los Derechos de niños, niñas y adolescentes hospitalizados que ha compuesto la asociación. Ninguno se involucra sentimentalmente, nunca saben a ciencia cierta qué tiene el paciente, y la opción de irse, en caso de no soportar la situación, siempre está presente. En ese caso acuden al “civil”, “que es quien hace el contacto con el hospital y siempre está afuera de las habitaciones atento a cualquier situación”, explica.
La vestimenta de todos es impecable; siempre llevan batas blancas decoradas con colores y figuras diver-tidas, nariz roja de payaso, zapatos de payasos o muy llamativos y algo en la cabeza. Con alegría la profesora asegura que “increíblemente ésos son los tres prime-ros puntos que los niños ven, la cara (la nariz), la cabeza (sombreros) y los pies (los zapatos)”, afirma. La higiene también es fundamental, antisépticos y tapabocas -cuando son necesarios- no les faltan. Los juegos en el piso, las bromas fuertes, las actividades físicas y dejar regalos (más allá de globos), no forman parte de su repertorio. “De verdad que ver a un niño reír es verlo siendo niño”, concluye la profe-sora Lourdes. Para mayor información consultar el sitio web www.clowndehospital.com